Este libro álbum de Matías Acosta fue publicado en 2022 por la editorial uruguaya Criatura.
Este es el primer libro de Matías como autor integral (es decir, él mismo es autor del texto, además de las ilustraciones). Como ilustrador, en dupla con diversos escritores, ya es autor de un montón de libros hermosos (por ejemplo, Los dorados diminutos, que hizo en dupla con Horacio Cavallo, o Separaciones mínimas, a dúo con Germán Machado; pero tiene muchos, y todos son geniales).
El libro es considerablemente largo (23 escenas a doble página), pero el texto es bastante corto. Que el cuento sea de pocas palabras tiene sentido, porque esta es una historia protagonizada por un hombre solitario y callado, que vive solo en un rincón deshabitado del mundo (los paisajes de Matías Acosta son siempre espectaculares). En su casa sin vecinos, él recibe un verano la visita inesperada de unos gansos salvajes, que se niegan a irse, a pesar de los esfuerzos del hombre por echarlos.
De a poco, él se va acostumbrando a esos visitantes, y su vida se va transformando (en forma sutil pero esencial) a partir de esa compañía.
Y cuando el verano se va y empieza de nuevo el frío, él nota, con inquietud, que los gansos no siguen con su viaje migratorio (si se quedaran allí, el crudo invierno haría que los pájaros murieran de frío). Empieza entonces a buscar una solución para lograr que los gansos, esos improbables visitantes que ya son sus amigos, se vayan y lo dejen, persiguiendo el calor de otro verano.
¿Lo conseguirá? ¿Logrará ayudar a sus visitantes a que lo vuelvan a dejar solo? Si logran irse, ¿volverán alguna vez a visitarlo de nuevo? Algunas de estas preguntas se responden hacia el final del libro y otras no; pero más allá de las respuestas y de la trama, lo que logra el libro es llenarnos de una leve pero viva esperanza en la humanidad (que está muy en jaque últimamente), y al terminar el libro nos quedamos con la sensación de que esta historia llena de ternura sobre la amistad y la empatía entre seres vivos será para nosotros inolvidable.
Esto se logra, claro, en colaboración con las imágenes. Cada escena es como un cuadro, y uno puede demorarse (como los pájaros veraniegos) indefinidamente en cada una, admirando los tonos y las variaciones de los pocos elementos que la habitan; porque Matías es también parco y minimalista en sus imágenes, pero esos elementos esconden una enorme cantidad de detalles, colores y sentidos que están allí, callados, esperando para que los descubramos.
En fin, no quiero demorarme más, así que me echo a volar de una vez, recomendándoles que si llegan a ver cerca este libro, lo reciban en sus casas y le den un lugar en el estante de los libros lindos, donde anidará para siempre.
Recomendado.
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