Este libro con texto de Sandra Siemens e ilustraciones de Yael Fränkel fue publicado este año (2023) por Claraboya Ediciones, con dirección editorial de Valeria Mari y diseño de Blanca Pantoja.
(Claraboya es una editorial chilena, pero para quienes estamos del otro lado de la Cordillera existe la esperanza de que el libro se publique prontito también aquí, ¡ojalá!).
Si estaban atentos, se habrán dado cuenta de que no dije qué tipo de libro era este. Es que no lo sé, la verdad. ¿Es un libro álbum? Puede ser. ¿Es un libro de poesía ilustrada? Quizá. ¿Es LIJ? Probable- (pero no única) -mente. Podría ser varias cosas, este libro, aunque ¿qué importancia podría tener clasificarlo? Lo que sí es sin duda alguna: un librazo. Es de los libros más hermosos que vi en los últimos tiempos, y les aseguro que es uno de los grandes libros de Sandra (actual candidata al premio Astrid Lindgren) y también de Yael (multipremiada ilustradora y autora integral). La edición además es preciosa, no solo desde los aspectos materiales (tapa dura y un papel que ojalá podamos alguna vez volver a usar aquí para hacer libros), sino también desde el cuidado en cada detalle del diseño, la diagramación, las guardas, el aire necesario en cada doble página.
El título del libro, y la primera página, en la que solo se lee “Busco una palabra que combine con TREN” podrían llevarnos a pensar que este es un libro como ya existen muchos, de esos que juegan con palabras que se conectan. Y no estaría mal, por cierto: con esa premisa se puede hacer un buen libro; ya se hizo, y seguramente se volverá a hacer.
Pero no: este libro, a partir de ese comienzo, plantea otra cosa totalmente distinta. La narradora, de la que nada sabemos, empieza a volar, a partir de esas palabras; las asocia con otras que no parecen de entrada tener nada que ver unas con otras (como gato con repollo o escuela con elefantes) y nos cuenta un mundo entero, los detalles de una vida… que no es la suya. O que es, pero solo en la conexión con esas palabras que pronuncia, que maneja con ternura poética y, nos damos cuenta poco a poco, con las que va creando su verdadera (y quizás su única) familia.
Mejor busco una palabra que combine con GATO. […]
¿Repollo?
Mi gato es sordo,
por eso no viene nunca cuando lo llamo. Tiene
un nombre que jamás escuchó.
Es blanco como la leche
y los ojos son del mismo color de los repollos. […]
No.
No tengo gato.
Al leer, me fue muy fácil “meterme” en la piel de esa narradora, y los lectores pasamos de la sorpresa por las palabras que se eligen (conexiones a las que solo la poesía puede invitarnos) a la compasión y la empatía en esas páginas en las que ella niega lo anterior y nos cuenta que en realidad no (un no que suena como un golpe, como una palada de tierra, como un trueno), que no tiene gato, nunca viajó en tren, no tiene casa, no tiene hermano.
Aunque sí, entre ese océano de cosas que no tiene, tendrá algo, al final del libro: mientras leía, me acordé de un poema chino de Duo Duo (autor ya algo mayor, pero aún vivo) que se llama “No hay” (y que pondré abajo, por si alguien lo quiere leer), que maneja, curiosa y casualmente, el mismo mecanismo; pero el poema de Duo Duo es melancólico y bastante pesimista, mientras que este texto de Sandra Siemens es, aunque tremendo por momentos, finalmente esperanzado y esperanzador.
Un párrafo para las ilustraciones de Yael Fränkel, que son excepcionales, collages de técnica mixta con bases ocres (papeles, telas) y toques de color (principalmente tonos quebrados de verde y de rojo), y alternan composiciones armadas con 16 cuadraditos (como en la tapa y en cada página en la que la narradora busca una palabra, 4 × 4 imágenes en la página, y cada cuadradito es una ilustración para observar y disfrutar) con otras páginas en las que viaja un solo elemento. Eso le da a las imágenes, además de la belleza que tienen, un gran ritmo visual, que acompaña a la perfección el ritmo que plantea el texto, ese juego de preguntas y respuestas, de idas y venidas.
En fin: ya me extendí demasiado, así que buscaré una palabra que combine con FINAL. Un libro recomendadísimo, destinado (no lo dudo) a recibir muchos premios y a ganar multitud de lectores.
(acá va el poema chino citado, no es necesario leerlo, eh, pero bueno, lo mencioné, así que lo incluyo; la traducción al castellano es mía)
NO HAY
(un poema de Duō Duō 多多, 1951- )
no hay nadie que me diga adiós
no hay nadie que se diga adiós
no hay nadie que le diga adiós a los muertos
esta mañana al comenzar el tiempo
no hay ninguna frontera para uno mismo
salvo el idioma
de cara al suelo por la frontera perdida
salvo la carne fresca de los tulipanes en flor
de cara a la noche cerrada de la ventana sin cerrar
salvo mi ventana
de cara a mi ya inentendible idioma
no hay idioma
solo hay una luz que una y otra vez me atormenta
atormentante
esa que solo me arrastra una y otra vez hacia el serrucho del amanecer
solo hay tulipanes que alborotan hasta que ya no alborotan
no hay tulipanes
solo hay luz
empantanada en el amanecer
luz de estrellas
desparramándose por el maletero dormido del tren a toda velocidad
luz final
fluyendo de arriba abajo por la cara del bebé
no hay luz
uso un hacha para partir la carne
oigo el grito del pastor al amanecer
abro la ventana
oigo el grito paralelo de la luz y el hielo
es el grito que rompe las cadenas de la niebla
no hay grito
solo hay suelo
solo hay suelo y saber de quienes transportan el trigo
solo el pájaro que canta a medianoche
es el pájaro que vio el amanecer
no hay amanecer
Este nstante que escribo es único y pasajero
El presente no es presente ya pasó.
No hay escritura
Dust in the wind
EE
Hay qué ganas, hay qué ganas! Gracias, Seba!